jueves, 18 de junio de 2009

Una de Zombis - El cubil

-¿Se sabe porqué mutan? - inquirió Dorca al doctor García.
-Ni idea. Estamos en ello, pero con el material que tenemos poco podemos hacer. Estamos de vuelta a la Edad Media, me temo. - se lamentó García con desaliento.
-¿Qué sabemos entonces? ¿Han descubierto algo nuevo?
-Bueno, no gran cosa. Sienten prelidección por la carne humana, pero hemos visto que comen de todo, incluso vegetales. Además, cuando pasan hambre y no tienen a nadie a quien echarle el diente, recurren al canibalismo. De día se muestran apáticos, lentos, faltos de reflejos...
-¡Es cierto! - interrumpió Dorca. - Cuando me he enfrentado con ellos a pleno sol, ha sido ridículamente fácil. Pero de noche, es otro cantar...
-Exacto. Durante el día su metabolismo parece retardado, dormido. Pero por la noche se acelera. Parece ser que su mordedura es la forma corriente de contagio. Un buen bocado y te conviertes en zombie en un par de horas. Tengan cuidado.

Dorca y García miran al zombi a través del cristal de la ventana. Bajo la luz del sol, se muestra apático en su cercado. La única actividad que delata que está vivo es un husmeo constante y sonoro. Cada vez que un legionario pasa cerca de la celda el zombi olisquea intensamente y sus ojos brillan oscuros en sus cuencas.
-Parece que huela la sangre. Es asqueroso. - dice Dorca.
-Eso parece. - responde apesadumbrado García. -Por cierto, hemos descubierto en ellos un comportamiento gregario muy interesante. Se juntan en grandes números para descansar, durante las horas diurnas, en guaridas estables. Les gustan los edificios oscuros y profundos; sobre todo estaciones de metro, aparcamientos y alcantarillas. Igual que las ratas.
-O igual que insectos... ¿Como en una colmena? ¿Existe un jefe, una abeja reina?
-No estamos seguro. Duermen, se alimentan y cazan en manada. Pero no sabemos si existe un único cerebro en cada grupo de mutantes. En realidad tengo que admitir que no sabemos gran cosa sobre ellos. Es difícil capturar un ejemplar. Solemos matarlos y quemarlos ¿recuerda?
-Claro. Yo suelo tomar parte en las partidas de caza ¿recuerda? -contesta con una sonrisa.
-Por eso le hemos llamado. Tenemos un plan. Deje que le explique...

Dorca otea incesantemente las calle con los prismáticos. Desde el terrado del edificio de cinco plantas controla las dos calles que se cruzan justo a sus pies. A su lado descansan cinco legionarios, su equipo. Son buenos tipos, duros y avezados en el combate contra zombis y sabuesos, la compañía ideal para una cacería. Llevan tres días rastreando zombis y creen haber localizado una guarida importante en el edificio de enfrente. Dorca recuesta la espalda contra la barandilla de cemento y cierra los ojos. Imagina, recuerda, cómo era el mundo hace tres años. Un mundo sin zombis, con risas de niños y ruido de coches; con electricidad, ordenadores y un futuro. Maldice en voz alta y capta la atención de sus hombres. Sonríen, han aprendido a respetarle en tan sólo unos días y van acostumbrándose a los unos a los otros.

Repasan el plan de ataque una y otra vez: Asaltar la guarida divididos en parejas que avanzarán cubriéndose alternativamente. Tienen que registrarlo todo hasta descubrir y capturar al "cerebro" de la manada. Si tal cerebro existe, claro, porque su misión suicida se basa en una hipótesis y no en hechos probados. Para cumplir la misión, cuentan con el siguiente arsenal: machetes, ballestas, pistolas y un puñado de cargadores. Sin radios ni walkie-talkies están obligados a mantener el contacto visual y auditivo. Por los indicios y rastros de actividad que han hallado en los alrededores, calculan que puede haber veinte o treinta zombis en el cubil. El sol se alza en su cénit, es la hora acordada. Bajan las escaleras rápidamente y toman posiciones en la calle. Frente a ellos se alza el cubil de los zombis.

Dorca y Miguel son los primeros en entrar. Luego el resto, por parejas. La planta baja está desierta. Encuentran las escaleras y bajan, buscando el aparcamiento. Las paredes están manchadas de sangre y el suelo cubierto de papeles, trapos y huesos. El hedor que viene de abajo es insoportable. Encienden antorchas y bajan lentamente, sudorosos y atemorizados. A medida que bajan los pisos, todos desiertos, perciben una gran humedad. Techos, paredes y suelos están cubiertos de un limo oscuro y pringoso. Cuando llegan al sótano cinco, una puerta les barra el paso.

Tras muchos esfuerzos consiguen forzar la puerta con una pata de cabra. La empujan y entran, precavidos, con las armas en alto. Avanzan lentamente unos metros, pero algo va mal. La vacilante luz de las antorchas parece no alumbrar nada más que unos pocos centímetros, como si el aire oscuro y viciado la devorara. Dorca levanta un brazo, deteniendo a sus hombres. Escucha atentamente y sus ojos intentan penetrar la intensa penumbra. Cree ver unos diminutos puntos de luz alrededor de su grupo, pero no está seguro. Lanza la antorcha hacia delante, con todas sus fuerzas, iluminando cientos de cuerpos acurrucados en el suelo. Cae al suelo y, antes de apagarse, muestra la marea de zombis que se despierta y arrastra lentamente hacia ellos.

-¡Estamos jodidos! ¡Corred hacia la puerta! ¡Ya! -Ordena Dorca a sus hombres. Emprenden una loca carrera perseguidos por los veloces zombis. Suben dando grandes zancadas, disparando sus armas ciegamente hacia atrás, intentando no resbalar, tropezar y caer. Pero es en vano, ya en la cuarta planta, los zombis capturan y devoran a uno de ellos. En la planta segunda, cae otro más. Cuando pisan los peldaños que dan a la planta baja, la luz del día les ilumina y otorga nuevas fuerzas. Si hay luz, hay esperanza. Dorca y sus hombres arrojan las antorchas a sus perseguidores y plantan cara, acuchillando docenas de garras y brazos y vaciando los cargadores hasta quedarse sin munición. Pero los bichos son demasiados, y pierden otros dos compañeros. Los zombis los arrastran hacia abajo entre gritos de terror.

A Dorca se le hiela la sangre escuchando sus gritos desesperados. -¡A la calle, rápido! ¡Tenemos que aprovechar este momento de respiro! - le grita Dorca a Miguel, el único legionario que queda con vida. Corren como alma que lleva el diablo y alcanzan la puerta de salida. Una vez en la calle se detienen y giran para ver si les siguen. Nadie, no les sigue ni un maldito zombi. Deben estar atracándose con sus compañeros. Buena merienda. Dorca se fija en el letrero que cuelga encima del portal del cubil: Casa del Pueblo. Sonríe amargamente, qué putas ironías tiene la vida, le da un codazo a su camarada, y emprenden la huida sin mirar atrás.

Cuando muere el día, se abre en silencio la puerta de la Casa del Pueblo. Es la boca del infierno que vomita una legión de zombis enloquecidos. Olisquean el aire, olisquean el suelo, gruñen y vuelven a olisquear. Al cabo de unos minutos detienen su grotesca danza y, como un sólo zombi, se giran y miran hacia el norte. Durante unos segundos parecen estatuas, y todo es silencio. Entonces, como movidos por una sola voluntad, emprenden una veloz y silenciosa carrera hacia el norte, siguiendo el rastro fresco, tras los pasos de los dos hombres.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Madre mía cuántos muertos!

¿Cómo se contagia el zombivirus? Porque estos zombis son asesinos totales, no dejan supervivientes ¿o sí?.

Estoy desenado leer el siguiente capítulo.

PD: Desde el respeto y la admiración, te comento que "...pueden haber veinte o treinta..." debería escribirse "...puede haber veinte o treinta..." ;-)

Chippewa dijo...

Tiene vd. una prosa fluida, fresca y cristalina. Y consigue crear un clima de lo más estresante. Seguro que le ponían buenas notas en las redacciones del colegio.

MGA dijo...

Anónimo, eso zombis son unos degenerados, se lo coment todo. :-)

Y muchas gracias por la corrección. Arreglado.

MGA dijo...

Don Uncle, acaba de hacerme muy feliz con ese comentario tan favorable. Muchas gracias.

Ciertamente, sacaba muy buenas notas en redacción.

niemand dijo...

No peeeddoo doommiii!!!. Tenno medoo!! muzchoz muettos!!!
Mamááááááááááááááááááááá

MGA dijo...

Niemand

De pequeño, cuando tenia miedo algunas noches, me tapaba la cabeza con la sábana, me hacía un ovillo y apretaba muy fuerte los puños y los ojos. La angustia duraba un rato, pero de repente era de día y despertaba.

niemand dijo...

Cuando me entre miedo, en vez de apretar los puños, clavarme las uñas y hacerme un ovillo, intentaré pensar en cosas bonitas y se me pasará el miedo, aunque quizás, también me tape la cabeza con la sábana.

Winthrop Pendleton dijo...

En los extras de Soy Merienda hay una serie de tbeos animados que explican un poco torticeramente la causa del comportamiento de los zombies.

Mercedes dijo...

Entre Zombis y connan el bárbaro, hay que reconoceder que tus relatos nos tienen expectantes hasta el final. Podrías haberle puesto música de tu homónimo Michael Jackson

MGA dijo...

Whinthrop, en mi caso, no tengo ni idea. Pero sospecho que todo comenzó con una infección estomacal en un cátering en la Moncloa...

Mercedes, me alegra que le guste. Creo que habrá tercera entrega de zombies, pero tardará un poquito.

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Anónimo dijo...

Ezequiel era un profeta. Y en aquellos tiempos su profesión implicaba tener visiones apocalípticas y ser ejecutado por hereje, mayormemte. Pero cuando eres capaz de hacer esto, todo compensa:

"...Y entonces hubo un ruido, y los huesos, la carne y la piel se unieron, pero no había vida en ellos. Y entonces el Señor me dijo que soplara en ellos y habría vida. Y así lo hice y resucitaron y se levantaron. Un inmenso ejército".

Eso es justo lo que parece, Ezequiel echó un Raise Undead nivel nosécuántos. Como MGA.