sábado, 6 de junio de 2009

Acoso

Cuando la guerra civil, un soldadito más bien mono, un niño en realidad, se presentó ante su capitán una noche de tormenta, tembloroso y llorando.

Le explicó que su sargento, un italiano fascistón, mercenario y veterano de Abisinia, que se vino al Tercio de Nª Señora de Montserrat de voluntario a finales de 1936, había abusado de él.

Tras un par de meses de insaciable acoso, consiguió darle por culo, vaya, con una bayoneta de por medio, con toda la fuerza de su físico duro y curtido, la ventaja de su edad y, lo que es peor, ejerciendo todo el poder jerárquico e intimidatorio de su grado.

Esa noche lluviosa, fría y miserable, la tienda del sargento se convirtió en improvisada sala de torturas y dolor. Al italiano le gustaban los jovencitos, la guerra y la milicia más allá de toda medida.

-Si hablas, te mataré - le dijo el puto fanfarrón cuando le permitió escapar de su guarida. Un rato antes, mientras le desataba las muñecas doloridas, le anunció que pensaba nombrarle su asistente, para tenerle siempre a mano.

Lo fusilaron al alba, lloraba como una niña...

9 comentarios:

Chippewa dijo...

Mi abuela estaba sallando las patatas sin levantar la cabeza, a primeros de Junio del 37, cuando mi abuelo, que era más vago y sallaba bastante menos le dijo.

-Amelia, mira.

Por la carretera venían miles de italianos que se quedaron a pasar unos días en el pueblo y los pueblos de alrededor. Los oficiales dormían en las casas, la tropa se amontonaba en cabañas o debajo de los árboles. Un oficial italiano se volvía loco con mi padre, que entonces tenía 18 meses. Decía qu él había dejado un niño igualito, igualito que mi padre, en Italia.

Un día ataron a dos soldados a un nogal y les dieron con una correa porque se habían propasado con una chica de un pueblo cercano. Salieron a toda velocidad sin despedirse y dejaron abandonadas un montón de bombas, munición diversa y ropa secándose en los matorrales. Creo que iban a Santoña, donde los gudaris tenían que rendirse y no encontraban un enemigo a su gusto para entregar las armas.

MGA dijo...

Acaba de comentar mi relato con otro relato, es usted increible.

Cada familia guarda sus propias historias de la guerra. El capitán del Tercio es mi tío abuelo.

Winthrop Pendleton dijo...

Pffffff.

Y luego dicen que yo doy miedo.

MGA dijo...

¿Cuénteme qué le asusta, pequeña criatura de ojos saltones?

Winthrop Pendleton dijo...

Tu historia asusta. Da miedo y canguelo. Afloja esfínteres y castañetea dientes. Tiembla rodillas y escalofría espaldas.

Chippewa dijo...

A mi me hizo llorar una historia que leí de un joven de dieciocho años del Tercio de Montserrat que entró en una trinchera del frente de Asturias, y otro chaval que se estaba muriendo, de un tiro que le habían dado, le pidió que le diera la mano para no morirse solo. Una historia tremenda. Sale en el coleccionable de la Guerra Civil que traía El Mundo.

Chippewa dijo...

Don Winthrop.

Si a los nueve años hubiera empezado a leer a Sven Hassel, se habría dado cuenta de que las guerras son algo muy duro.

niemand dijo...

Oooooodeeeeerrrrr!!!

MGA dijo...

Don Uncle

A los 9 años me leí todas las novelas de Tarzán, de Burroughs. Cuando las acabé, comencé con Los Panzers de la Muerte y devoré todo lo de Sven Hassel...

Por cierto, Sven Hassel vivía a 300 metros escasos de mi casa, en Barcelona.